A la vuelta, el placer...






El era un hombretón de campo. Ancho de cuerpo, robusto pero no obeso. En sus cincuenta recién estrenados lucía más joven y varonil que la edad de su documento. Sus manazas de gruesos y ásperos dedos delataban una vida de faenas campesinas y de su oficio actual: verdulero de barrio. 

Rubén atendía su negocio rústico de ojotas y bermuda. Las piel morena, velluda y de buen tono eran el fruto de su afición al fútbol de sábado, única actividad física de chongos en su madurez. Se notaba que deseaba conservar un cuerpo atractivo y un par de piernas musculosas, de pantorrillas prominentes que atraían las miradas furtivas y la mía no era la excepción, siempre escaneaba con los ojos sus muslos hasta sus entrepiernas, en las que se podía imaginar una virilidad prominente, que no había disminuido con los años, imaginaba. El miraba con timidez, mientras yo disfrutaba avergonzándolo y a la vez estimulando su ego de macho con miradas a su bulto prominente Mi mirada obscena lo excitaba contra su voluntad.





Yo iba casi todos los días, obvio que buscaba atraer su atención, y quizás, ¿por qué no? Su deseo. El me miraba cuando me agachaba a levantar una fruta o una verdura, yo lo descubría mirando hacia atrás y lo sorprendía recorriendo mi trasero con ojos de deseo prohibido. Nuestras miradas se encontraban incómodas y lascivas. Al principio me erguía, sin mirar, pero luego de vivir esa misma situación cada día, había empezado a levantarme lentamente devolviéndole su atención con una sonrisa breve, insinuada, pero lo suficientemente obvia como para demostrar interés. A veces, al darse cuenta que lo estaba haciendo, retiraba su mano derecha de su bulto apenas engrosado y se sonrojaba.

Mi oportunidad llegó el día que la Argentina jugaba la final del Mundial. Un rato antes del partido siento ganas de tener algo con un buen macho y el deseo me hace desearlo. Al toque me voy a la verdulería y me encuentro con que Rubén estaba solo y ya estaba tomando cerveza, haciendo en la previa; había tomado bastante, parecía. "Estás solo", le pregunté. "Si estoy solo, mi mujer salió al mercado y se llevó a los chicos..." Observé que sus palabras le salían algo trabadas de la boca, me miraba con lascivia, aprovechando que nadie lo controlaba. Era el único cliente en el negocio.

Luego se hizo un silencio bastante incómodo y me dice: "sabés que pasa, yo estoy bastante solo...", luego de una larga pausa y levantando su vozarrón me dice: "no tengo vida sexual"! Le pregunto si es por la nueva bebé que no puede estar con su mujer. "Sí, está todo el día ocupada con ella y yo con ganas...". Le miro el bulto que está más prominente que otras veces. "La tiene parada", me digo, el me mira, toma mi mano y la lleva al bulto duro y caliente. "Mirá como estoy". El pene grueso  y duro parece más grande de lo que imaginaba. Yo apoyo la mano y empiezo a mover lentamente los dedos sobre su miembro que responde con sacudidas.

"Vení", me dice. Lo sigo en silencio a la parte trasera de la verdulería, entramos en su casa y cierra la puerta con llave. Vuelve a ponerme la mano en su bragueta abultada y suspira. Sin decir nada, ayudado por la otra mano voy desprendiéndole el cinturón y luego de desabotonarle el pantalón comienzo a bajarle la bragueta. Un enorme tubo sobresale su sleep azul, el glande es grueso, oscuro y húmedo. Se baja un poco el slip y libera su pija muy erecta sobresaliendo en un mar de vellos púbicos oscuros. El olor a macho me enceguece. Tomo su pija y el se estremece. "Nunca estuve con un varón", aclara vanamente, su confesión despierta mi deseo de devorar esa chota tan gruesa, oscura y grande. Tengo miedo que llegue la mujer y los hijos, él me tranquiliza: "dale, no hay peligro", yo comienzo a masturbarlo lentamente. La mano izquierda se me humedece con su liquido al rozar su miembro durísimo y pegajoso. Me paso los dedos mojados por la boca y saboreo lo que tanto deseaba. Luego recorro con la lengua su pene desde los testículos hasta la cabeza empapada de líquido. Allí siento la superficie pegajosa y hediendo a macho alzado. La saboreo y el me empuja la nuca con su manota áspera de verdulero y me hace tragar la mitad de su verga. Gime, suspira, "chupá bien", me dice, y yo inmediatamente subo y bajo con mi cabeza, tratando de aliviar el deseo de Rubén, pero logro que se excite aún más.

El me entierra en la boca su verga hasta la base del tallo, no puedo respirar, pero sentirla en el fondo de la garganta me hace disfrutar de la asfixia casi hasta el desmayo. El mareo me narcotiza, sacó el miembro pegajoso, respiro un par de veces y repito el pete profundo.

De pronto Rubén me levanta, me baja el pantalón y el boxer, me da vuelta y me abre la cola. Al toque siento la punta de su pija babosa y bien lubricada con mi propia garganta entrar muy despacio en mis entrañas ardientes de deseo. El dolor por el grosor del miembro despegándome adentro me retuerce y gimo lastimado, pero el macho, muy seguro de su deseo, avanza sin piedad y cada vez con más fuerza. Los dos entramos en el paroxismo, el delirio, moviéndonos uno contra otro. 

Yo me masturbo con fuerza jadeando feliz de tener al fin el sexo que tanto buscaba. "Voy a acabar", dice Rubén con voz entrecortada, yo no le contesto nada, esperando que me llene de semen adentro. De pronto se siente el auto de la familia entrando en el garaje. Mi macho ocasional empuja a fondo y su pene late fuerte dentro de mi y yo empiezo a eyacular en mi mano izquierda al fin de mi masturbación. La voz de Rubén me alarma y corta el delirio de mi orgasmo brutal. "Es mi mujer, vestite!", me dice mientras saca su pija dura chorreando leche. Toma un papel de envolver y me pasa la mitad, "limpiate rápido", me ordena, yo me limpio mal y repaso torpemente el suelo que tiene gotas de semen y una que otra de mi sangre, a causa del desgarro que me hizo al penetrarme tan fuerte y con un miembro tan grande. 

Aterrados nos vestimos a los manotazos. Abre la puerta del negocio y me dice "andate rápido". Apenas cierra la puerta se sienten las bocecitas de los niños llamándolo. Un segundo más y me hubieran encontrado en una situación inexplicable.

Ella me vio salir del negocio sin nada en las manos, yo la saludé muy de prisa y caminé tratando de evitar que notara algo raro. Espero que no se halla dado cuenta de que estuvimos cogiendo con su marido, porque al llegar y sentirme húmedo me desnudé y tenía mojada de semen y sangre mi ropa interior y había traspasado a mi short el obvio indicio de sexo y placer disfrutado esa tarde. 


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