Inseparables...
Juan tenía 18 años, era un adolescente como tantos, aparentemente, pero su sexualidad era diferente, aunque no se le notara en absoluto, tenía una inclinación creciente hacia otros varones y particularmente deseaba a aquellos mayores que él.
Una siesta de verano, a esa hora que no vuelan ni las moscas, estaba con un primo algo mayor que él en edad, pero también en varios aspectos más. Sebastián, que era el nombre del muchacho, era un hombrón de casi un metro noventa, de un envidiable físico, desarrollado por la práctica intensa de la natación, gusto que también compartía con su primo.
Juan había preparado la situación para que ese día el primo, ya deseado largamente, estuviera a solas con él en casa. Los padres del adolescente habían ido a pasar el fin de semana en casa de unos parientes que estaban de vacaciones y el muchacho vio en ello la oportunidad de tener un encuentro más cercano con el hombrón que tanto le gustaba.
Como era domingo y sus padres no llegarían hasta la noche, Juan se puso a ver con Sebastián sitios de internet donde abundaba la pornografía hetero. Así los dos fueron calentándose lentamente, sus respiraciones agitadas y su hablar entrecortado les delataba la excitación del otro y la propia. Entonces, Juan le propuso a su musculoso primo ver alguna página de porno gay, "para ver como lo hacen los putos", dijo simulando picardía... Tras un leve dudar, abrió una que conocía muy bien, con videos en los que se veían jóvenes de hermosos cuerpos y bellos rostros practicando apasionada y desenfadadamente el sexo homosexual en parejas y en grupo.
Sebastián, que había aceptado con un poco de reparos la propuesta de su primo, ahora se encontraba fascinado con lo que veía. Juan, percibiendo el agrado de su acompañante, que se evidenciaba en el crecimiento notable de su bulto, decidió pasar a los hechos y comenzó poniendo la mano sobre el grueso muslo de Sebastián, éste lo rechazó en forma espontánea, pero Juan insistió y el hombrote, ya muy excitado y algo fuera de sí, aceptó la caricia suave que Juan le prodigaba en su magnífico muslo.
Las manos de Juan se deslizaron lentas y temblorosas hacia la entrepierna de su primo y rozando el bulto lo sintió duro y muy crecido. Parecía un enorme fruto viril que crecía apetecible entre las largas y musculosas piernas de su primo. Juan ya conocía la desnudez de Sebas, porque se cambiaron juntos varias veces en el vestuario del club en el que practicaban natación, y sabía que lo que colgada de las entrepiernas del muchachón era muy grande y grueso. Desde aquellas veces, siempre deseo llegar a este momento que estaban llegando.
El más joven deslizó su mano hasta tocar el miembro de su primo, que reaccionó con un movimiento de sacudida, típico de la excitación viril. Entendiendo como una tácita prueba del placer que estaba produciendo Juan se animó a acariciar el hasta ahora prohibido y enorme cilindro tibio, que se adivinaba enorme bajo su mano y de la bermuda de jean de su masculino primo. Se hizo un silencio muy denso, mientras los dos contemplaban una escena de fellatio de dos jóvenes en la pantalla del monitor de la PC.
Si decir palabra, Sebastián bajó el cierre de su bragueta y dejó libre el camino a su primo. Juan sin demorar metió la mano y tocó el caliente pene directamente, porque su primo no usaba ropa interior. Era tan grande que Sebastián tuvo que desabrochar el cinto y el botón de la cintura de su pantalón para que Juan pudiera liberar con su mano esa enorme virilidad. Cuando sacó el miembro Juan estaba sorprendido, nunca había visto una pija de ese tamaño. Era larga, de más de veinte centímetros, morena, muy gruesa y recta. Apenas la liberó, comenzó a masturbarlo. Sebastián, con la verga húmeda y en el máximo de su erección, tomó de la nuca a Juan y llevó su cara contra el enorme glande de su pene.
Obediente y super excitado, Juan abrió la boca y comenzó a saborear el anhelado miembro en medio de los quejidos de gozo de Sebas. Mientras saboreaba esa enorme verga, Juan bajó su short y comenzó a masturbarse con firmeza.
Luego el primo lo hizo incorporarse, porque estaba arrodillado felándolo, e hizo que se inclinara sobre el escritorio donde estaba el monitor. Escupió su miembro ya húmedo, separó las firmes y voluminosas nalgas del primo, y lo introdujo sin demasiada consideración en el estrecho ano de Juan, que dio un alarido por el desgarro. Le suplicó que lo sacara, pero Sebas era muy torpe y comenzó a penetrarlo más y más, mientras, con movimientos rítmicos, saciaba su apetito sexual reprimido.
Al momento, ambos experimentaban un gozo muy intenso, ya que hacía tiempo que se deseaban ocultamente, y estaban a punto de eyacular al mismo tiempo en un delirio de placer, cuando de pronto se abrió la puerta. Era la madre de Juan que había vuelto inesperadamente y ahora contemplaba como su hijo era penetrado totalmente por su primo. La imagen de los dos muchachos desnudos inclinados sobre la mesa de trabajo y moviéndose intensa y acompasadamente la dejó atónita. Grito el nombre de su hijo para que cesara aquella visión que la horrorizaba. Los muchachos estaban aterrados, pero el intenso delirio del orgasmo no les permitía separarse en los segundos que duró la larga y profusa eyaculación de ambos. Al fin terminó el climax y volvieron a la realidad bruscamente..
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Demás está decir que nunca más se volvieron a ver. Sus padres, enterados de ese modo tan directo de que se deseaban sexualmente, los separaron y ambas familias dejaron de frecuentarse, pero ellos no olvidaron nunca ese momento en el que fueron inseparables, a pesar del susto y la vergüenza.
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